Sin Reserva
Amir Hernández
* TLC a fuerzas
* De rezago en rezago
* La cosa no es pareja
Desde su origen el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) mostró a priori las ventajas y desventajas estructurales que enfrentarían Estados Unidos, Canadá y México. Evidentemente nuestro país se reveló como el menos beneficiado y peor competidor.
¿Se acuerda usted del bombardeo publicitario sobre el TLC en los 90?. Todo lo que tuvieron que hacer los salinistas para vendernos la idea de que ese tratado era por naturaleza excelente y bondadoso.
La publicidad del Gobierno de Carlos Salinas de Gortari alentaba a la sociedad con mensajes relacionados con el ser y estar bien. Que los mexicanos tendríamos más opciones de compra y más alternativas de comercialización. Según ellos, dieron en el talón de Aquiles cuando nos informaron que nuestra calidad de vida sería semejante a los del primer mundo.
Por supuesto que el plan manipulador salinista pegó fuerte en las mentes no subversivas y antineoliberales. Finalmente el 7 de octubre de 1992 los presidentes Carlos Salinas de Gortari (México), George Bush (EU) y el Primer Ministro canadiense, Brian Mulroney firmaron el TLC.
De rezago en rezago
Los problemas económicos, culturales, religiosos, sociales y políticos que ha vivido el país en los últimos diez años son efectos que se extenderán en 2008 y más allá.
Quienes criticaron el plan neoliberal y expansionista de Estados Unidos tuvieron razón. Después de diez años de la firma del TLC, México sigue indispuesto para competir “bajo presión” con los del Norte.
Existen muchas razones para argumentar una apología antineoliberal, más en Chiapas y en los estados del sur, donde hay campesinos que cultivan utilizando yuntas de bueyes, siembran a mano, limpian el cultivo con herramientas rudimentarias, cargan su cosecha con bestias y comercializan el producto excedente que no usarán para sobrevivir.
Al mismo tiempo persiste el círculo negro de la corrupción, en el que se ven inmersos nuestros labriegos y los “coyotes” que son concesionados por nuestras autoridades.
Otro rubro crítico es la comunicación. En Chiapas, es sólo un ejemplo, no existe la infraestructura económica para enfrentar a otras entidades mexicanas ni a los gigantes de América. Nada más fijémonos cuántas carreteras tiene Chiapas que comunican al centro del país, sólo dos: Una de cuota por Oaxaca –insegura y sin competencia– y otra de peaje por Veracruz –cara, insegura y en malas condiciones–.
Los mexicanos llevamos más de diez años enfrentando gradualmente los embates del TLCAN. Habrá más de uno que no se ha dado cuenta del plan neoliberal pero ya maneja un automóvil último modelo importado, consume frutas y verduras cultivadas en Washington, usa unos tenis carísimos como los que utiliza su basquetbolista preferido.
Lo irónico es que en la producción de esos artículos que importamos seguramente habrá al menos una mano de obra mexicana que emigró porque en su país no hay oportunidades de desarrollo.
Por otra parte, los comentarios sobre las condiciones del sistema educativo mexicano no se diga más ni menos: Estamos reprobados.
Las cosas podrían empeorarse si los gobiernos Federal y Estatal no invierten más en este rubro y en investigación. Chiapas junto con Oaxaca y Guerrero irónicamente son los primeros en rezagos.
Dudo que las autoridades hagan algo a nuestro favor, porque no se saldrán de la línea que dicte el imperio norteamericano. La tendencia fue y será neoliberal. El sistema así seguirá, si lo permitimos, hasta que los mexicanos perdamos la esencia de nuestra identidad. Un ejemplo claro de ello es la tecnificación de la educación y la eliminación de humanidades. Nada más recordemos que en secundaria quitan y ponen la asignatura de civismo. ¿Acaso el humanismo y la formación de conciencias es un juego?
Reitero, dudo que nuestras autoridades hagan algo a nuestro favor. Sin embargo, ante estas circunstancias adversas, el presidente Felipe Calderón y el séquito de gobernadores tienen la obligación de respetar y hacer respetar los derechos humanos de todos los mexicanos y emigrantes, reconocer a los pueblos indígenas, salvaguardar la soberanía del país y sus paraestatales, reformar la ley para proteger el medio ambiente y contrarrestar el cambio climático, así como no dar concesiones al monopolio ni a la globalización.
Si bien es cierto que no conviene un gobierno populista que se mueve por dádivas y falsa solidaridad con los pobres, tampoco vendría bien que el Ejecutivo promueva la apertura comercial sin condiciones y sin medidas.
Felipe Calderón no ha modificado los términos del salinismo, que confundió libre con libertino y construyó “una residencia con entradas sin puertas”. Después de 14 años no hay devolución de firmas para echar atrás el pacto económico.
México, insisto, nunca ha estado ni está listo para el TLCAN.