Las tranzas de la CFE: En Redondo
Por Mario Ruiz Redondo / Columnista de Cuarto Poder
En los más de tres años que llevo viviendo en mi actual domicilio, al sur de la ciudad de Tapachula, no he tenido la oportunidad de ver a ningún empleado de la Comisión Federal de Electricidad, verificando el consumo de electricidad en el medidor asignado.
He preguntado a muchos usuarios de diversas partes de la cabecera municipal y la respuesta es coincidente. Al único que se observa es al repartidor de las boletas para el pago. Vaya pues. Entonces, ¿cómo es que cobran al usuario, el consumo siempre abultado que aparece en los recibos bimestrales que hacen llegar a los hogares?
Por lo pronto, estamos concluyendo la primera semana de febrero y el siniestro mensaje de la cobranza no ha llegado, cuando normalmente cada dos meses los entregan a finales del segundo. Un retraso por demás extraño, seguramente originado por el desplazamiento de personal chiapaneco a la ciudad de México y zona central del país para tratar de cubrir el gran hueco que ha dejado el desplazamiento laboral de más de 45 mil trabajadores, provocado por el gobierno federal, al cancelar la existencia de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro
Un zarpazo más a los principios nacionalistas de mantener en manos de los mexicanos la generación de energía, para dar paso en este sector vital para la vida del país a los poderosos intereses de las transnacionales compañías eléctricas españolas, encabezadas por Iberdrola.
Y la pregunta y respuesta, en cuánto a cómo los empleados de la CFE pueden llegar a multiplicarse como los panes del pasaje bíblico, para checar personalmente cada uno de las decenas de miles de medidores de las zonas urbana y rural del municipio, siguen siendo todo un misterio.
Una misión imposible de realizar, porque está comprobado que la Comisión Federal de Electricidad carece del personal suficiente para cumplir con ese propósito y en consecuencia estamos frente a un presunto fraude descomunal que la paraestatal comete en contra de los usuarios.
Se presume que todo es al cálculo, "en base a un perfil definido de consumo" como punto de partida para mantener un nivel, aunque ello pareciera no ser así porque en el caso de quien escribe este espacio, ya que el consumo de kilowatts se duplicó en menos de un año, entre 2008 y 2009, sin que hubiese una demanda agregada importante, sino al contrario, un ajuste interno importante para disminuir el cobro.
Una historia que se repite no solamente en Tapachula, sino en todo Chiapas y en la república, si se considera que para checar los medidores del Distrito Federal y su zona conurbada, incluyendo parte de los estados de México, Puebla, Hidalgo y Morelos, el número total no llegaba a los 50 mil empleados hoy cesados por el "Presidente del Empleo" Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Algo así como más de 20 millones de seres humanos.
Y que se sepa, tampoco están adaptados a una tecnología que permita las lecturas vía satélite y así cumplir con la delicada tarea de cobrar lo justo a cada una de las familias o usuarios de la electricidad.
Estamos pues, ante un posible mega fraude que hasta ahora ha pasado desapercibido para los millones de consumidores a lo largo y ancho de la república mexicana.
Presunción de la realización de un control selectivo de consumidores por sectores para tener presencia visible y "confiable".
En el caso del medio rural e indígena las tarifas están definidas por un cobro mínimo, más no en el medio urbano, donde actualmente la queja es generalizada, por lo disparado de las cuentas que van más allá del sentido común, para quienes no generan la demanda de energía que indican sus recibos.
Una lucha desigual de consumidores contra la Comisión Federal de Electricidad que se escuda en el argumento de que "los medidores no mienten". La realidad evidencia la falsedad si se considera que son pocos los trabajadores de la CFE, para verificar las decenas de millones de medidores en el país.
Habría que agregar la deshonestidad de muchos empleados en activo de la paraestatal, que detectan cuentas de consumos altos y por una cantidad mínima de 500 pesos bimestrales, ofrecen al usuario modificar su aparato de medición para que pague cuotas mínimas.
Hace apenas unos meses, en un fraccionamiento de clase media alta de Tapachula, personal especializado de la Comisión Federal de Electricidad, "descubrió" que por lo menos la mitad de los propietarios de las casas estaban en situación muy comprometida, al grado de que fueron sancionados con multas que oscilaron entre 30 mil y 120 mil pesos por alterar los medidores.
Casos similares se detectaron en distinto rumbos de la ciudad más importante de la Frontera Sur, sin que haya trascendido al resto de la comunidad.
Sin embargo, no se ha sabido que haya sido detenido por lo menos uno de los empleados corruptos de la CFE, involucrados en este ilícito que bien sabido es, deja ganancias importantes a quienes lo practican en todas partes del país.
Todo un manto de protección para quienes desde la oficialidad delinquen en calidad de empleados intocables, que disfrutan de privilegios especiales como el no pago del consumo de electricidad en sus casas.
Una Comisión Federal de Electricidad que no cumple al pie de la letra como indica su slogan comercial de ser "una empresa de clase mundial", cuando en su interior solapa las transas de sus empleados y comete todo tipo de abusos y marginación en las zonas más apartadas de Chiapas, como lo son las indígenas.
Paraestatal que en tiempos de severa crisis económica que afecta en extremo a los ya de por sí más pobres, sigue cancelando el suministro eléctrico a un buen número de ayuntamientos chiapanecos que adeudan sus consumos, porque no reciben oportunamente los presupuestos federales asignados, y que deja a oscuras las calles de las cabeceras municipales, no obstante que con ello se incrementen los índices delictivos.
Es el Chiapas que sufre los embates de una empresa sin el sentido social que le caracterizó hasta antes de la "modernización y globalización" que hoy nos mantienen en la incertidumbre.
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