Ni madre patria: Las empresas españolas se han despachado con la cuchara grande

Por Carlos Loret de Mola


En México, las empresas españolas se han despachado con la cuchara grande. Participan y ganan licitaciones, compran negocios, se expanden, invierten, al grado que han conseguido, prácticamente, dominar los sectores turístico y financiero y, a últimas fechas, avanzar destacadamente en el rubro de infraestructura.

Instituciones españolas fueron las grandes ganadoras tras la quiebra bancaria en México, ya que Fobaproa de por medio compraron a precios de ganga los bancos de nuestro país y éstos les otorgan hoy utilidades a veces muy superiores a cualquiera de sus otros negocios en el mundo. Acaudalados ibéricos tienen consorcios hoteleros impresionantes en México que se erigen como verdaderos interlocutores de la Secretaría de Turismo y, más recientemente, constructores de España han incrementado notablemente sus negocios al recibir muchos contratos para puentes, carreteras, edificios, de los gobiernos municipales, estatales y federal mexicanos.

Eso está muy bien. México es una economía abierta y en el marco de la ley inversionistas extranjeros pueden hacer rendir aquí su dinero. Sin embargo, en España el trato a empresarios mexicanos es muy distinto: los constructores aztecas saben que pueden concursar por algún contratito en la llamada madre patria, que los van a dejar participar, pero, ¿ganar? eso ya es otra historia. Por abajo del agua, el gobierno español es proteccionista con sus consorcios paisanos bajo el cálculo de que un contrato a una empresa de su país genera más empleos y riqueza en España que en otra nación. En México la misma máxima se aplica: si un contrato lo gana una empresa mexicana, pues más empleos y más riqueza se crean en México; la diferencia es que aquí se quejan los industriales de la construcción locales, el gobierno no protege, sino que echa a competir.

El asunto ha cobrado en los últimos días en España un tono de franco racismo económico. Pemex decidió, en un movimiento financiero agresivo, duplicar la cantidad de acciones que tiene del consorcio energético ibérico Repsol, hasta llegar a 9%, y allá lo han tomado como si Moctezuma hubiera invadido y derrotado a Hernán Cortés en Madrid. Se ha desatado un sentido nacionalista en distintos sectores, azuzado claramente por intereses económicos locales; que busca frenar la expansión de Petróleos Mexicanos, y que extraña en una nación que se asume como potencia liberal mundial.

El movimiento financiero de Pemex, si no se lo tumban en Europa, ubicará a la paraestatal mexicana en una posición privilegiada. Primero, porque de todos los accionistas de Repsol es la única empresa petrolera que más experiencia tiene en el sector, y planea jalar tecnología y conocimientos del Viejo Continente hacia México. Segundo, porque con su aliado español junta casi 30% de las acciones, y con ello una capacidad de gobierno sobre Repsol. Y, tercero, porque la jugada financiera es mucho más amplia y parece incluir al banco mexicano Inbursa, propiedad de Carlos Slim, y sus relaciones con La Caixa.

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