Don César, artesano tuxtleco desde los ocho años



Don César, frente al cono, compás y una antorcha que recién hizo, dijo que si volviera a nacer, sería de nuevo hojalatero. (Foto Amir Hernández) 


Por Amir Hernández

“Si volviera a nacer, sería de nuevo hojalatero, porque me gusta mi trabajo,” –dijo con orgullo don César Bustamante López, artesano de Tuxtla Gutiérrez desde hace 58 años.
Hoy tiene 66 años de edad y desde los ocho se dedica a la noble labor de transformar con sus manos las láminas metálicas en herramientas y equipo de trabajo para neveros, taqueros, jardineros, panaderos, pasteleros; incluso elabora las antorchas para los corredores guadalupanos.
Acompañado de su hijo Humberto Bustamante Tevera, quien hoy es su pupilo, don  César relató que el oficio lo aprendió de su padre Humberto Bustamante Hernández y de su padrino Genaro Coello Penagos, dueño de la famosa “Hojalatería Coello”, ubicada en la 4ª. Sur entre Calle Central y 1ª. Poniente –en la zona de los mercados del centro– desde la década de los cincuenta hasta hace nueve años, porque luego fue establecida en la 5ª. Sur entre 2ª. Y 3ª. Oriente, en el barrio San Roque.
–Don César, al leer hojalatería lo relacioné con estética para automóviles.
–No, eso es otra cosa –afirmó señalando botes para nieve, anafres, charolas para tacos y pan, comales, ragaderas para jardinería y baño, moldes para paletas de hielo, calderas para hacer café o chocolate, moldes para pan, tolvas para molinos, canales para agua de lluvia,  campanas para salida de humo, candeleros, candiles y antorchas.  
–Estamos en fechas de peregrinaciones guadalupanas y veo que también fabrica antorchas.
–Sí, aunque la demanda mayor son los botes para nieve.
–Cuánto tarda haciendo una antorcha y un bote para nieve.
–Mire, entre estamos mi hijo y yo atendiendo a los clientes, hacemos un bote al día, ya sea para tres, dos, uno o kilo y medio; se le llama así por la cantidad de azúcar que se le pone a la nieve. Y por otro lado, una antorcha se hace en hora y media. Sus precios varían según el tamaño, de 180, 200 y 250 pesos –agregó.
–Cuénteme, don César, cómo inició en este oficio.
–Empecé a los ocho años. El dueño del negocio era mi padrino y con él trabajaba mi papá. Ambos me enseñaron el arte de la hojalatería. En aquellos tiempos la demanda más grande eran las calderas, que la gente usaba para hacer café o chocolate; hoy ya casi no lo piden, pero tenemos. En esa época éramos cuatro o seis trabajadores y cada uno hacía 10 calderas por jornada y todas se vendían durante el día, entre 40 y 60 piezas. La hojalatería estaba ubicada frente a Tienda Granda del mercado.  El 29 de noviembre de 1979 falleció mi padrino, hablé con la viuda y su hijo para que me vendieran el taller y el negocio, a lo que accedieron. Estuvimos frente a Granda desde el 79 hasta febrero de 2003, fecha en que nos establecimos en la 5ª. Sur Oriente, donde estamos actualmente. Aquí vienen compradores de Tuxtla, San Cristóbal, Coita, Villaflores, Villacorzo, Chiapa de Corzo, de varias partes. Pero lo que más vendemos son los botes para nieve.
Don César mostró sus compañeras por casi seis décadas de trabajo: el cono, con el que hace las antorchas; la bigornia, el compas, la cuchilla, el cautín, las tijeras, la alesna (picahielo), el metro, el martillo y un pedazo de madera que utiliza para moldear los comales para las taquerías.
–Son 58 años en esta labor, don César. Qué reflexión quiere compartir a nuestros lectores, sobre todo a los jóvenes que andan en busca de sentido.
–Si volviera a nacer, sería de nuevo hojalatero, porque me gusta mi trabajo; volvería a ser lo mismo, aunque hoy la economía no es la misma de antes –finalizó sonriente, frente al cono, compás y una antorcha que recién hizo.

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