"El hábito no hace al monje"
Universidad Católica de Chiapas Juan Pablo II
Derecho
Materia: Ética
Jurídica
Catedrático: Dr.
Luis Madrigal Frías
Alumnos: Amir
Hernández, Julio César Rincón y Jesús Ramiro de la Cruz
“El hábito no hace al monje”
Somos todos humanos, con flaquezas. Todos tenemos debilidades, pero
lo importante es que el sistema funcione (esa es la constante actual).
Cuánta razón hay en la máxima “El hábito no hace al monje”. Un juez
no puede simular ni aparentar serlo. Es y debe serlo, en lo público y, ¿por qué
no decirlo?, también en lo privado.
Y es que en el ámbito de la ética profesional es muy difícil
defender la existencia de una separación tajante entre vida pública y vida
privada.
El modo de conducir la vida privada puede también tener
consecuencias indirectas en el desempeño de la función profesional.
Un juez es, en gran medida, la cara visible de la justicia. Por
ello, éste se vería seriamente lesionado si su comportamiento fuera gravemente
incorrecto, aunque se llevara a cabo en el ámbito privado.
¿Quién de nosotros confiaría en esos jueces? ¿Quién querría ser
juzgado por ellos?
Los jueces, no sólo deben tomar decisiones conforme a derecho y
cumplir con los demás deberes impuestos, sino que también “deben evitar
cualquier comportamiento impropio o que tenga apariencia de incorrección”, ya
que ello repercutiría en la confianza social.
La sociedad debe poder ver en el juez una persona en la que poder
confiar, por ser digna de toda credibilidad.
Su conducta privada no debe hacerle perder aquello que la sociedad
espera de él (credibilidad y confianza).
Todo el sistema judicial en un Estado de Derecho “necesita” de la
confianza de los ciudadanos en que, quienes van a tomar decisiones fundamentales,
son merecedores de respeto.
Tenemos en nuestro país este gran problema. Hoy en día, con todos
los sucesos de crímenes, robos, inseguridad, injusticias, informalismos, entre
otros, los ciudadanos hemos perdido todo tipo de confianza en el sistema, en los
soportes del mismo, en los administradores de la justicia. Hoy pensamos:
¿quiénes son ellos para decidir sobre la vida de las demás personas? ¿Quiénes
son ellos para determinar qué es justo?
Algunos aún vemos a los jueces y demás administradores de la justicia
como personas dignas de tener tales potestades, tales atribuciones y,
principalmente, tenemos la confianza en que sus decisiones van a ser “las
correctas” y las que más se acerquen a lo que conocemos como “justicia”.
Un juez debe mantener siempre una conducta ética especial por ser
quien resuelve sobre nuestros bienes y nuestra libertad. No se trabaja de juez,
sino que se es juez.
La inamovilidad de la función es una característica imprescindible
para garantizar la independencia del Poder Judicial. Pero es probable que se
generen deformaciones, tentando a la persona a sentirse omnipotente.
El poder de un juez es muy importante porque pasan por él
decisiones de todo tipo y nadie, salvo una instancia superior, puede revocar su
postura. Esto suele provocar desvíos. Pero lo importante es que, si esto ocurre,
el sistema cuente con mecanismos inmediatos para remediarlo.
Entonces, ¿Dónde radica el límite entre lo privado y lo público?. No
hay límite. La virtud del juez es su envestidura y la envestidura su virtud.
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